La emoción en la educación

La neuroeducación es una ciencia cognitiva aplicada, según Ansari (2008) podemos tratarla como una disciplina transversal de los caminos del desarrollo en el aprendizaje por parte del ser humano. Más recientemente, Mora (2013) añade que saber cómo funciona el cerebro permitió saber lo imprescindible que son la curiosidad y la emoción en el momento de aprender.

En cualquier definición de Neuroeducación destaca el estudio del cerebro para adaptar el proceso enseñanza-aprendizaje a las diferentes etapas educativas.

Nos muestra una visión de la enseñanza apoyada en el funcionamiento del cerebro aunando pedagogía y medicina. Presenta, también, un enfoque
totalmente transdisciplinar donde todo tiene su lugar en las diferentes asignaturas y da que pensar si de verdad es útil la diferenciación tan
radicalizada de los contenidos en las asignaturas.

Comprender el cerebro, estar al día de sus avances, y saber que necesitan nuestros alumnos en función de ello revoluciona en gran parte el trabajo del/de la docente y del entorno más cercano al alumnado. Asimilando esta información, se puede ser más innovadores/as y eficaces, e ir por el camino correcto en la puesta en práctica de nuevas propuestas educativas (Mora, 2018). “No hay razón sin emoción”, así resume Mora la idea de que el cerebro dispone de un filtro, el de la emoción, por el cual pasa todo contenido al que es enfrentado la persona.

¿Qué se quiere decir con esto? Emocionar es la base donde se apoya el aprendizaje y la memoria. La neurociencia nos dice que la emoción nos ayuda
a almacenar y retener de modo más firme la información que tenemos en nuestra memoria. Es por ello que la relación entre emoción y cognición es
imprescindible. No vemos algo y aprendemos.

Como se ha mencionado anteriormente, dichos autores nos comparten sus conocimientos sobre que muchos aprendizajes que no sean puramente instintivos se interiorizan y asimilan si sabemos que nos van a servir. Desde el aula hay que intentar que todos los contenidos que demos despierten en el alumnado interés, curiosidad, motivación y emoción.

Estos sentimientos van de la mano de la neuroeducación. El cerebro trabaja en conjunto por medio de esas conexiones entre experiencias, sentimientos y aprendizajes. Sería un error separar la cognición de la emoción.

Se saca de conclusión que los/as profesionales de la educación formal e informal (maestros/as, profesores/as, monitores/as, orientadores/as, pedagogos/as, educadores/as sociales…) deben tener una praxis educativa en la cual se implique al alumno. Se tienen que preocupar de si su trabajo es
capaz de emocionar a sus receptores, tocar la fibra.

Celia Guerra Lahoz – Profesora

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