En el corazón de la solidaridad

Trabajar al frente de una organización no gubernamental es un privilegio y una responsabilidad que me ha permitido comprender de manera profunda el poder transformador de la solidaridad. Cada día, desde mi posición como coordinador general, soy testigo de cómo el compromiso colectivo puede encender esperanzas donde antes solo había incertidumbre. Esta experiencia también me ha llevado a reflexionar sobre el concepto del bien común y su importancia en una sociedad que, a menudo, parece más enfocada en los intereses individuales.

El bien común no es una idea abstracta ni un ideal inalcanzable. Es el reflejo de nuestras acciones cotidianas orientadas a mejorar la vida de todos, especialmente de aquellos que enfrentan mayores desafíos. En la ONG Recicla- Alicante que tengo el honor de coordinar, trabajamos con personas vulnerables que, a pesar de las adversidades, son ejemplos vivos de solidaridad. Estas personas nos enseñan que compartir recursos, conocimientos y tiempo no solo mejora sus condiciones de vida, sino que también fortalece los lazos comunitarios y genera un sentido de pertenencia y esperanza.

Sin embargo, construir el bien común exige superar barreras profundas: el egoísmo, la indiferencia y la falta de empatía. En un mundo que a menudo premia el individualismo, defender la solidaridad puede parecer una tarea titánica. Pero es precisamente en estos momentos cuando debemos redoblar nuestros esfuerzos y recordar que la verdadera fuerza de una sociedad radica en su capacidad de cuidar a sus miembros más vulnerables.

Uno de los aprendizajes más valiosos que he adquirido en mi experiencia es que la solidaridad no solo beneficia a quienes reciben ayuda, sino también a quienes la brindan. He visto a voluntarios transformar sus propias vidas mientras ayudaban a otros; he observado cómo empresas y ciudadanos comprometidos redescubren su propósito al contribuir al bienestar colectivo. La solidaridad, lejos de ser un sacrificio, es un acto que enriquece a todos los involucrados.

Por supuesto, también hay desafíos. Como coordinador, muchas veces me enfrento a la escasez de recursos, a la burocracia que ralentiza procesos y a las narrativas que trivializan las causas sociales. Pero estas dificultades no hacen más que reforzar mi convicción de que el trabajo por el bien común es esencial. ¡Cuánto podría cambiar el mundo si cada uno de nosotros dedicara un poco de tiempo y energía a ayudar a otros!

Quiero hacer un llamado a todos los que leen estas líneas: la solidaridad no es exclusiva de las ONGs ni de los grandes proyectos. Se puede practicar desde casa, desde el lugar de trabajo, desde cualquier espacio. Cada pequeño acto de bondad cuenta. Desde compartir un plato de comida hasta alzar la voz por quienes no pueden hacerlo, todos podemos ser agentes de cambio.

El bien común es, en esencia, la suma de nuestras voluntades para construir un mundo más justo y compasivo. Y aunque aún queda mucho por hacer, estoy convencido de que juntos podemos lograrlo. Como coordinador general de una ONG, seguiré trabajando incansablemente por este ideal, inspirado por la certeza de que cada acto de solidaridad es un paso hacia un futuro mejor para todos.

Mauricio García Jorquera – Coordinador General

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