En una sociedad que promete ser cada vez más tecnológica, parece que vamos dejando de lado las actividades humanísticas, entre ellas las relacionadas con las enseñanzas artísticas. No es un secreto para nadie que las enseñanzas plásticas siempre acaban en entredicho, especialmente por papás y mamás que se preguntan qué aporta esta disciplina a la educación de sus hijas e hijos.
La educación artística está presente en las etapas más tempranas, pero conforme vamos avanzando en los cursos, las artes plásticas van desapareciendo del programa hasta convertirse en una cuestión anecdótica. En muchas ocasiones esta asignatura se convierte en paria dada su aparente poca practicidad o utilidad de cara al mundo laboral. Creo que el enfoque práctico no es el más adecuado a la hora de encarar esta asignatura, si lo que se busca es una practicidad de salida laboral. De sobra es sabido que la educación artística supone, de forma integral, un impacto muy significativo en el desarrollo de los y las estudiantes al participar en la evolución de su crecimiento emocional, cognitivo, académico y social (Meneses Luna, 2023). En las clases de plástica o de artes el alumnado fortalece su autoestima, su confianza y la capacidad de expresar sus emociones así como tratar de gestionarlas. Estas habilidades no solo ayudan a estimular su creatividad, sino que también contribuyen de manera significativa al desarrollo de un pensamiento crítico, lateral y creativo, aptitudes imprescindibles en la vida diaria para poder resolver problemas.
No es tanto la practicidad – laboral – que se pueda pensar por parte de las madres y de los padres a la hora de enfocar la vida adulta de sus hijos e hijas a través de esta asignatura, sino la practicidad de poder desenvolverse como humanos – con habilidades emocionales y pensamiento crítico – dentro de un entorno cada vez más tecnológico y, lamentablemente, menos humano.
Tal y como dice Marina Puente Verde en su Trabajo Final de Máster, existen numerosas pruebas de los beneficios positivos de la inclusión de las enseñanzas artísticas en un programa educativo, tanto para los y las estudiantes como para los centros escolares. Y, a pesar de su conocimiento, la educación actual sigue manteniendo a esta asignatura en el cajón del olvido, considerándola necesaria pero no importante para el desarrollo de alumnas y alumnos.
Como reflexión final, creo que debiéramos plantearnos hacia qué mundo queremos dirigirnos. Con la paulatina desaparición de las enseñanzas humanísticas y artísticas nos adentramos en un futuro lleno de tecnología, con personas capaces de gestionar una inteligencia artificial, pero sin posibilidad de gestionar su inteligencia emocional o, incluso, con pocas habilidades sociales. Creo que es el momento de empezar a cambiar de opinión sobre las enseñanzas artísticas, sacarlas de ese cajón desastre y desempolvarlas para darles la oportunidad que se merecen.
Susana López Varó – Departamento de educación