Durante décadas hemos visto cómo lo que entendemos por “educación” ha ido variando, principalmente por las innovaciones que han permitido un mejor acceso a ella, con herramientas que hace 30 o 40 años no se concebían. Esto ha garantizado que cada nueva generación se beneficiara de estas mejoras. Aun así, junto a lo que entendemos como una educación “tradicional”, donde los centros públicos o privados enseñan y forman a sus alumnos, y mientras los padres hacen lo mismo en sus hogares, surge un nuevo frente que lleva años con nosotros y que aún se mira con cierto recelo. Hablamos de las redes sociales y diferentes plataformas de reproducción media o streaming.
Cada día es más común ver a los jóvenes acceder a este tipo de plataformas, en ocasiones con la supervisión de un adulto o en ocasiones sin ella. A priori esto no debería de ser malo, pues es normal en el ser humano ser curioso e investigar, pero pese a los beneficios de este nivel de conexión con el mundo, puede llevar a una disociación. Hablo de que las nuevas generaciones ven (en todo este abanico de oferta audiovisual), una serie de mensajes, de propuestas o de nuevos referentes, que en ocasiones pueden acarrear un alejamiento de la realidad. Pues es normal que veamos un bombardeo constante de impulsos de personas que ofrecen vidas increíbles, dinero, placer y todo tipo de sueños que dan lugar a esa disociación de los más jóvenes, que ven que es mejor dejar de lado una educación, unos estudios, una formación, ya que es más rápido y sencillo ganarse la vida de la misma forma que estos “exponentes”.
Como todo en la vida, hay cosas buenas y malas a la hora del uso de las redes sociales y derivados. Hay que decir que son una herramienta muy útil a la hora de permitir una mejor conexión entre los jóvenes y los no tan jóvenes, garantizando una mejor comunicación y acceso a todo tipo de información. Al mismo tiempo, esto ayuda (en el ámbito educativo), a que los profesores y sus alumnos se encuentren mucho mejor conectados. Así es más accesible tanto para unos como para otros acceder a diferentes materiales que faciliten el aprendizaje y el estudio. Si bien es cierto, todo esto no solo es instalar una aplicación o usar un correo electrónico, requiere de un esfuerzo extra por parte del alumnado y del profesorado, con el fin de mejorar y de ofrecer una mejor educación.
En conclusión, pero me considero una persona defensora de que las nuevas formas de comunicación y las herramientas surgidas de ahí, son beneficiosas y permiten a las personas expresarse y encontrar un espacio al que pertenecer, pero al mismo tiempo se debe de prestar atención de qué contenidos consultan y a que se pueden ver expuestos. Al final debemos ser guías que ayuden a comprender aquello que les rodea, para que sepan tomar sus propias decisiones y no se vean llevados por impulsos falaces que prometen el oro y el moro, cuando la realidad dista mucho de ser así.
Christian Villalba Sánchez – Profesor en ONG Recicla-Alicante.