Un océano nos separa. Mis abuelos.

Incondicional, eso es para mí. Si tuviera que definir en una palabra lo que son los abuelos para mí, sería esa.

Siempre se ha escuchado la típica y conocida frase de que los abuelos no son como los padres. Que los que ahora son abuelos, no han sido con sus hijos como lo son con sus nietos, ¡y que gran suerte!

Que gran suerte para los que hemos podido compartir la vida con nuestros abuelos y abuelas. Recuerdo de pequeña sentirme de las más afortunadas de clase por tener a mis cuatro abuelos y dos bisabuelos, ya que por desgracia muchos de mis compañeros no disfrutaban de ese privilegio. Privilegio agridulce en mi caso, ya que, a pesar de tenerlos, un océano nos separa y no he podido disfrutar de ellos tanto como hubiese querido. Pero aún y con la distancia, han hecho todo lo posible para estar presentes en cada paso de mi vida.

Hablamos de otra generación, de otros tiempos que nada tienen que ver con lo que ahora vivimos y todo evoluciona. Ver como ellos, han sido capaces de entrar en las redes sociales, aprender a usar el ordenador con todas las dificultades que conlleva, ser una experta como mi abuela Eva en redactar y enviar SMS utilizando abreviaturas más rápido que yo, o ser el rey de los stickers en Whatsapp como mi abuelo Marino y sé, que uno de los principales motores de todo esto es el no querer perderse ni quedarse atrás en nuestra vida, la de sus nietos.

Constancia, trabajo, superación, alegría, fuerza y perseverancia, son adjetivos que representan lo que mis abuelos me han transmitido. Épocas de dificultades, momentos buenos y otros no tanto que estoy segura han vivido y siguen hoy aquí, al pie del cañón y con palabras de aliento y consejos desde el corazón.

¿Quién no le ha dicho nunca a sus abuelos que le “echen la bronca” a sus hijos por algo que nos ha molestado de nuestros padres? Yo la primera y ellos han sido mis cómplices. Gracias, gracias por estar, por ser y por querernos incondicionalmente.

Pido por muchos años más de vuestros cabellos blancos que demuestran sabiduría, de arrugas en la piel que se formen por muecas de felicidad y como dice Abel Pérez: “Estoy convencida que uno de los tesoros que guardan los años es la dicha de ser abuelos”.

Solo tengo una cosa más que pediros, que seáis eternos y por mucha distancia que nos separe, nunca me soltéis.

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